A nuestras vecinas

Nuestro barrio

Hace cuatro años que vivimos en este apartamento de París. En un barrio popular, nuestro piso está en la planta baja de una copropiedad y da a una calle peatonal. Nuestra calle es como un minipaís con su propia organización, sus costumbres y sus habitantes. Es como una islita en medio del caos que es París.

23 de Mayo de 2025

Extracto de pintura: Fiesta valenciana (1893) Joaquín Sorolla y Bastida

1 · La fête des voisins

Se acerca la fête des voisins, que para mí cobra significado desde que vivo aquí. En nuestra calle nos cuidamos entre todas, decoramos con macetas las aceras, las más pequeñas pintan con tiza juegos enormes sobre el asfalto mientras que las mayores conversamos largamente en ese urbanismo semioculto entre nuestros edificios. Por aquí no pasan coches, y ¡cómo se agradece!

1.1 · La cohesión vecinal

La cohesión vecinal aporta beneficios importantes para una comunidad, como la promoción de la seguridad mediante la vigilancia y el apoyo mutuo entre las residentes, así como el bienestar emocional al proporcionar un sentido de pertenencia y apoyo. Además, facilita la resolución de problemas locales al unir a la comunidad para abordar preocupaciones comunes de manera más efectiva.

Una comunidad unida promueve el cuidado por el entorno local, ya que las habitantes se sienten más involucradas en el aspecto de su vecindario. En resumen, la cohesión vecinal fortalece los lazos entre vecinas y mejora la calidad de vida en la comunidad.

1.2 · Nuestra fiesta

Para este día nos hemos organizado de manera que cada familia aporta algo para la fiesta. Mientras los padres y las madres se unen para empalmar las mesas que hemos podido ir reuniendo en medio de la calle, las más peques llegan con sus galletas preferidas. Nuestra vecina de enfrente aparece con una quiche aún humeante y al final de la calle se ve a su hijo adolescente acercándose con una veintena de baguettes. Los italianos traen focaccias y vino espumoso. Nosotras salimos de casa con una tortilla de patata, un gazpacho bien fresquito y un mantel de L’atelierme.

Me parece impresionante cómo, con cada pequeño detalle, improvisamos un banquete heterogéneo y colorido, delicioso y acogedor.

La fiesta confiere a nuestra calle un aura especial. Nos reímos y nos ponemos al día, las nuevas se presentan y se integran fácilmente. El vecino más gracioso se atreve a cantar y las peques corretean y se esconden bajo las mesas. Los lazos entre vecinas se fortalecen, prometiendo futuras reuniones más asiduas.

El sol se va poniendo lentamente al ritmo que la comida se acaba y las vecinas van desapareciendo. Recoger es una tarea fácil y rápida porque es compartida y se hace entre últimas risas y conversaciones cómplices.

La fiesta llega a su fin. La noche vacía la calle, pero en cada casa, el eco de la música y las risas se transforma en una melodía de camaradería que permanece en el tiempo. Las sonrisas perduran en los rostros de quienes compartieron risas y bailes.

Se siente el calor humano que solo puede surgir de la complicidad y el afecto entre personas que comparten un mismo lugar. Hoy en nuestra calle se percibe una sensación de pertenencia más profunda, como si cada vecina formara parte de una gran familia.

Por María Palazón

Foto: Cédric Messemanne

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